viernes, 16 de noviembre de 2012

Tatuajes...

El tatuaje, pues, no es nuevo. Se remonta a sociedades primitivas, sin Estado, que lo utilizaban en diferentes sentidos: como protección contra el mal de ojo y los enemigos; para el reumatismo, afecciones oculares o neuralgias; como sustituto de una mutilación; como señal de superación de ritos de iniciación, como sello de dignidad o puesto en la sociedad, etc.
Es donde el arte entra a jugar un papel fundamental para poder comprender y entender esas voces del cuerpo. El arte es sin duda alguna, el lugar donde el cuerpo adquiere su mayor fuerza expresiva. Pero va mucho del tatuaje a la obra de arte. En el fondo, fuera de las comunidades primitivas, el tatuaje funciona más como afán de diferenciación, como rebelión e inclusive como expresión de erotismo. También de exhibicionismo. En 1934 Georg Burchet, uno de los 'maestros', tardó 150 horas realizando un tatuaje en la piel de un hombre, Horace Ridley, que entonces se conoció como el 'Gran Omi'. Burchet logró imitar la piel de una cebra, lo que le sirvió a Ridley para ganarse la vida exhibiéndose en circos y ferias.
El tatuaje está de moda y ha logrado superar los límites de la clandestinidad, lo marginal y el hampa, pero su uso no está tan extendido. Esas marcas en la piel que, según el antropólogo Carlos Uribe, la gente lleva "para ser alguien distinto y transformarse", como una excentricidad,forman parte de las costumbres de un sector de esa juventud contestataria que encuentra en el tatuaje una forma de estética diferente.

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